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miércoles, 1 de febrero de 2012

¡Diversión!



Retomo un viejo hábito de este espacio: la agenda de verano, o de cualquier estación, para recomendar una proyección en la librería Cobra. Los motivos son más que suficientes:

1) Jaques Tati. Si nunca vieron una película de este francesito esta es una oportunidad inigualable, se iniciarán con una de las más divertidas: "Las vacaciones del Sr.Hulot".

2) Cobra. Si aún no conocen esta librería en una tranquila esquina de Caballito, es una excelente oportunidad para darse una vuelta, revisar los estantes, sentarse a leer, preguntar y ver una película.

3) Si Tati y Cobra ya son conocidos, no hay mucho más que agregar. Sabemos que nos sentaremos en la vereda y que desde un proyector con una copia de 16 mm (sí es casi fantástico para los tiempos posmodernos), nos perderemos un rato entre aventuras ajenas y muchas risas propias.


Cobra queda en Aranguren 150.
La proyección está programada para las 20 hs.
Todo aperitivo es bienvenido para la hora del vermouth
(voy a ver que puedo cocinar).

lunes, 14 de noviembre de 2011

Noviembre



Las tipas lloran de noche.
Son gotas densas,
que pulsan sobre la piel.








viernes, 9 de septiembre de 2011

Veredas

En Parque Chacabuco hay una imprenta, que también alberga una radio electrónica artesanal. Si bien las puertas están siempre abiertas, cada tanto se tejen en la vereda parrillas con pizzas o choripanes, y botellas que se abren y vacían. La música, las imágenes, las tipografías y las palabras se adueñan del espacio y siempre dan ganas de volver.

lunes, 18 de julio de 2011

El 109

El 109 x hospital no abrió sus puertas, ni los escasos diez o quince metros que lo separaban de la parada, tampoco el extenso semáforo en rojo que lo detuvo, menos la lluvia nutrida, fueron signos suficientes para provocar al chofer para que dispare el aire que las activa.

¡Maldición no se da cuenta que llueve mucho!

La espera al reparo del Edificio del círculo naval – ¡para algo tenía que servir!-. La capucha que limita el ángulo visual y la furia que se disipa en el espray de las gotas. Una vez más me entretengo mientras observo como otros pasan, corren, sostienen sus paraguas, protegen a los niños, ajustan las capuchas, golpean las puertas de otros colectivos. La luz de sodio, los sonidos crujientes de los charcos, la humedad que difumina cada punto. De pronto todo a mí alrededor se mueve como en una película lejana y ya no me mojo.

El 109 se demora y la fila inconexa se extiende, yo disfruto. Otro x hospital. En el asiento mojado las imágenes circulan en mi interior, las gotas pegadas a la ventanilla me aíslan y tengo que recurrir a fotogramas propios, recientes... o no tanto. Por pulsos se encuadran diferentes rostros y acciones. Van y vienen. (¿Cómo pueden ser tan reales esos juegos de luces y sombras que guardamos en nuestro cerebro? Perfectos fotomontajes que ni Heartfield hubiera sido capaz). Sonrío, me extraño, pero no dudo que siempre me pasan cosas... a veces extrañas, a veces menos.

En casa el gato me busca con su sonido de burbuja, eso es juego. Mientras corro detrás de él, pienso en música para escuchar, pero no encuentro nada, quiero algo nuevo, que no conozca. Me conformo con el sonido de la lluvia que nunca se detuvo, y el tañido de los objetos que la naranja mecánica revolea. No alumbra el sodio pero se le parece en el tono que fluye de la lámpara –hecha un día de mucho calor, con un individual con el dibujo de una bicicleta y dos copas de vino-. Como y luego me siento a escribir.

Ahora iré por el reto a mi eje lógico –que es pésimo- y a formar circuitos, que luego derivaran en sonidos, pero yo me conformo solo con entender cómo se mueven los electrones. Es que soy terca y mañana no hay que madrugar.

Las imágenes regresan otra vez, mejor buscaré en mi caja de películas alguna para ver. Pero si ya se hizo tan tarde, mejor espero filmoteca.



viernes, 20 de mayo de 2011

Viernes de Otoño





La
Parra Virgen de la Biblioteca Nacional recuerda que es otoño y refuerza la idea de la plaza del lector como uno de los lugares más afables de la ciudad, ojo, siempre que se precien los gatos. Las baldosas de la explanada suenan diferente cada vez que las toco, teclas de un piano gigante afinadas por la intemperie de esa masa misteriosa. Otros elegantes llegan también en bicicletas.

No tengo mucho más para contar y la imagen de la parra que tomé con la estenopeica el año pasado no la pude escanear.

viernes, 22 de abril de 2011

El tiempo perdido

Había que colgar algo, sino esto no funciona, pero no encuentro el tiempo suficiente para escribir, y no ha sucedido nada inmediato que pueda deslizar así en pocas palabras. Así que recurrí a un texto de mediados del pasado diciembre. Hoy no hay sol, pero sí muchos que trabajan mientras que la mayoría estamos en casa o en viajes sin obedecer a nadie y menos a relojes*:


Unos martes atrás di con un libro que buscaba hacía un tiempo. Fue luego de llegar desde la UNQ al TGSM y comprar una entrada para uno de los Conciertos del Festival de música contemporánea. Sobraban tiempo e incertidumbre - que siempre van de la mano- así que salí del hall y me perdí entre la gente. La librería "Sudeste" que está en Corrientes casi frente a Zivals me ha suministrado usados a buen precio desde que se instaló ahí, creo que desde principio de año, así que siempre entro y doy una mirada. Esta vez bastante rápida pero con buen resultado. No vacilé lo vi y lo tomé. Conseguí "Palabras" de Jacques Prévert, una edición de la Compañía Fabril Editora de 1989 a $20.
Rápido regresé para el teatro porque el tiempo se había perdido rápidamente y en el hall la incertidumbre.
Desde ese día buscaba entre "Palabras" un poema que había leído una vez en Dioramas, pero no recordaba el nombre, por lo que el índice resultó de poca ayuda. Pasaban los días, los poemas que leía o releía pero no daba con el esperado.
El sábado sentada en el último asiento de un 128, camino a Boedo para ver la muestra de fotos** de una amiga, me encontré con "El tiempo perdido":

Ante la puerta de la fábrica
el obrero se detiene de repente
el buen tiempo ha tironeado de su chaqueta
y no bien se vuelve
y mira el sol
muy rojo muy redondo
sonriente en su cielo plomo
le hace guiños
familiarmente
Di camarada sol
¿no te parece
una reverenda burrada
regalarle un día como este
al patrón?

Quedó señalado con el fragmento de un ala de un alguacil que el gato había cazado por la mañana.


*Igual ahora voy a trabajar un poco, pero sin salir de casa.
** ¡Vean las fotos!

lunes, 4 de abril de 2011

Alfiler de gancho

Hoy salí de casa y en la puerta del kiosco dónde compré la tarjeta para el celular, me encontré brillando en la ranura de una baldosa un alfiler de gancho. Acero inoxidable impecable, nada deformado, de tamaño mediano y bien seguro. Lo levanté y guardé en el bolsillo de mi vestido.

(Los alfileres de gancho son de esos objetos imprescindibles que deben estar en algún bolsillo, o rincón del bolso, o a la vista, siempre ayudan. Pero estos ganchitos, además de útiles, son bellos.)

Mientras guardaba el objeto en mi bolsillo pensaba que significado tenía encontrarse un alfiler de gancho en la calle, que me iba a suceder, cuándo… Unas horas más tarde lo supe: lluvia, lluvia y lluvia como baldazos, justo cuando salís de Guerrín. Así que ya saben, lo bello tiene sus chubascos.

viernes, 11 de febrero de 2011

A veces los vientos circulan a favor





Entonces pasa que una amiga trabaja en una librería especializada en la imagen, justo cuando hay un pequeño espacio en mi biblioteca. Imprescindibles descuentos en libros sobre teoría de la fotografía y fotomontaje para un sueldo corto* como el mío, y que lleva tres años sin aumento.
Libros ideales para leer en mi nueva reposera, que una noche muy tarde de pleno invierno junté en Fragata Sarmiento y Franklin y subí al 106 para el asombro de todos. Ahora está reciclada y muy cómoda en mi hogar.

Yuuuuuuuuuuuuuuuu7 (ese fue el gato, que bien sabe que debe empezar las oraciones con mayúsculas y reconoce el teclado de la compu como el lugar preferido para zambullirse.)

También ocurre que junto con las lluvias este febrero arrimó un aire menos denso y los días no agobian. La Inglesa se anima un día hábil a las cinco de la tarde a dibujar el ángulo recto de las ciclovías que la conducen a San Telmo. No tan malo resultó el metier.
Aunque en la calle se cruzan otros lindos en bicicleta, a veces muchos, hay esquinas que traslucen conexiones neuronales que ya pensaba quietas y ufa. Cuentan cosas de algún otro día…

La Inglesa sube por Independencia justo cuando cae el sol, piensa y el ánimo cicla mientras pedaleo.


* Es una decisión personal, no la del NO aumento.

La imagen pertenece a este sitio
.

viernes, 4 de febrero de 2011

Sin frutillas

La ciudad me agobia en verano, en realidad es el verano el que fatiga, no puedo enojarme con la ciudad que oficia de continente nomás.

Como docente mis vacaciones caen en verano, es cuando tengo tiempo para hacer todos aquellos trabajos y trámites que demoré durante el año. Pero yo estoy como ida y todo me sale en cámara lenta.

Sin duda alguna el absurdo es mi substancia.

La ciudad, como contenedora, absorbe el calor y lo retiene en el maldito cemento, latente hasta la noche o el día siguiente, o el otro… y así a veces pasan semanas. Pero siempre hay rincones dónde respirar –y leer-, además de los aires acondicionados o mi reducido balcón. La Inglesa no tiene que rodar mucho para acercarme a ellos.

El Museo Sívori, escondido dentro del gran parque de la ciudad, ofrece un espacio dónde respirar. Tiene una pequeña biblioteca, a la que se llega subiendo por una escalera de mármol rodeada de mayólicas verdes con detalles en amarillo por un lado, y rejas torneadas al otro. Todo aún bien conservado pero no restaurado: una delicia. Para llegar a la biblioteca hay que insistir porque el señor de la entrada la considera poco importante. Se encuentran ahí los Sueños de Grete Stern (agotadísimo) y el libro que el FNA editó con su obra en argentina.

El jardín del Sívori, es un pequeño paraíso dentro del agitado y concurrido Parque Tres de Febrero, en especial en esa zona frente a la entrada del Rosedal, donde el tránsito -a sangre- es más peligroso que el tránsito pesado de la Av. Int. Cantilo. Ese espacio bien verde, respira la calma de eucaliptus lejanos, un roble da sombra a los bancos, las esculturas y el pasto de perfecto recortado. Los trenes juegan a ser fotogramas de Miyazaki y musicalizan a lo Eno.
Violeta Castillo interviene la fresca del jardín, y cuando el cielo parece púrpura, respira canciones pop con su guitarra y una voz anti-fastidio.

La Inglesa evita las ciclovías de Palermo porque tienen de todo menos rodados, se amiga de las calles y se pierde cuando cae la noche. El rubio recibe con maullidos detrás de la puerta.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Vidas Imaginarias

Marcel Schwob dibuja en su libro Vidas Imaginarias historias inventadas a partir de personajes célebres, que parecen modelaron para él con una gracia neblinosa, que le permitió ordenar palabras en trazos definidos –preciosos-, pero según su capricho. Es un placer leer una y otra vez esos relatos sin ton ni son, fragmentos de una de las vidas, entre las infinitas que podía imaginar. Quizá sea un buen ejercicio de salida de calles monótonas que recorremos a diario, de viajes automatizados y repeticiones vulgares a las que acostumbran los cuerpos.


En otro capricho un poco similar, pero al revés, Pasolini busca entre las vidas reales y cotidianas de África de los 60, los personajes para una adaptación de la Orestíada de Esquilo . Nuevamente ficción y realidad se mezclan en las calles, gra
cias al imaginario del escritor y la cámara del cineasta, que en este caso es la misma persona. Los límites siempre son subjetivos, los negros bailan inocentes con esa gracia divina que llevan, y el antojo se convierte en dicha a través de la cámara.


Me pensaba en una vida imaginaria, con los dedos de mis manos ya ligeros, los músculos fuertes y capaces de responder a las órdenes de mi cerebro, para entonces hacer fluir los diferentes acordes por todo el diapasón de la guitarra. En esa vida me sentaba en un banco desvencijado en el submundo colorido de Plaza Constitución, para acompañar con gracia, o intento de ella, al duo de violinista y bandoneonista que, en esta vida, cruzo cuando bajo camino al subte de regreso a casa.

miércoles, 23 de junio de 2010

¡Basta de demoler!

A través de la gente de Basta de Demoler me llegó esta información, que me parece bien transmitirla por este canal. Los que tienen cable lo miran y luego me cuentan.


Tenemos el agrado de informar que la Cadena BBC de Londres emitirá un programa dedicado a la situación del patrimonio de Buenos Aires y las acciones de la ONG Basta de Demoler.

Se trata de una serie de episodios titulado “Heritage heroes”, donde tratan la defensa del patrimonio por parte de la sociedad civil en distintas ciudades del mundo.

El capítulo estará dedicado a Marruecos, Reino Unido y Argentina.

Estos son los horarios de transmisión:

Programme 5

Morocco / UK / Argentina

Airing BBC World News

17/07 @ 01.30, 08.30 GMT (hora en Argentina: 16/07: 22:30 hs, 5:30 hs)

18/07 @ 14.30, 20.30 GMT (hora en Argentina: 18/07: 11:30 hs, 17:30 hs)

miércoles, 28 de abril de 2010

Fragmentos de Abril* (primera entrega)



Remolinos, remolinos
el otoño y el viento
Como las palomas
ansiosas de volar,
en bandadas por el aire
las hojas se van.


Me gusta abril, ya con su sonido –aunque mi preferido sea junio- bien interpreta cómo ha de acercarse. La temperatura empieza a descender, entonces disfruto tanto de un baño de lluvia como de uno de sol. El atuendo es más confortable: medias largas de colores, polleras, remeras, alguna chaqueta, pañuelos para el cuello, de lujo son los días que puedo caminar con borceguíes o botas y desordenar con cariño las hojas amarillas y secas. No me quedo pegada en los asientos de los tranportes públicos, eso sí mi pelo sigue atado. Como mi vitalidad es inversamente proporcional a la temperatura, para mí los días se alargan, puedo hacer más cosas o me cuesta menos ir de un lado a otro y caminar. El mate amargo de las siete está bien caliente, luego el vino tinto reemplaza a la cerveza y las variedades de tés comienzan a descender de los estantes, otra vez disfrutar de ese humito al acostarme y de alguna mantita. Abril tiene un color cálido y frío a la vez - o de a ratos, porque no es tibio-, la intensidad de un abrazo que no desarma y perdura.

Con testarudez digo que la luz del otoño dibuja las formas más bellas en esta ciudad, brindo porque aún le quedan dos meses.


*Fragmentos de Abril es una película del cine independiente americano, ya debe tener cinco años o más, con una historia sin excesivos golpes bajos y ritmo ameno que se puede recomendar a todo el público. Lo mejor de la película es salir cantando You, you, you, you you de The 6ths

lunes, 26 de abril de 2010

Palabras en libertad

Hace un tiempo que Fundación PROA se malbalizó. En las salas de la antigua PROA aún se percibían señales de grandes habitaciones con aberturas que mostraban fragmentados los paisajes de Quinquela, y pequeños recovecos que agregaban calidez al lugar. Mi parte preferida del recorrido –sea cual fuera la muestra- era llegar a esa escalera estrecha de metal que conducía a una puerta vidriada de marco amarillo, que abría con engaño al cielo, y que, una vez franqueada, te dejaba en un tablero de damas con vista a los techos de La Boca. Mi otro preferido era la librería.

En la nueva PROA el valor de la entrada es mucho más alto, las salas muestran un museo contemporáneo que se desnuda en una simple mirada y las aberturas se convirtieron en ventanales sin detalles. La terraza es ahora una confitería con deck y grandes sillones blancos al aire libre, de una altura tan inútil que impide ver más allá de la pared. La librería, por suerte, conservó su espíritu, en un ambiente mucho más amplio y mayor variedad entre sus estantes. El lugar no está mal y supongo es más funcional pero perdió parte de su encanto.



En PROA aterrizó El universo futurista y se puede ver hasta el 4 de julio, me parece que está más que bien para ir a darse una vuelta por el lugar.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Adicciones

La inmediatez, cualidad esquiva de este espacio, pudo ganarle esta vez a la entrada de la ciudad Tsai Ming Liang, que ya lleva casi diez días en un archivo inconcluso y que probablemente siga así, o tome otro rumbo, o reaparezca en la próxima inundación.

Para no contradecir mis costumbres esto llega un poco tarde.

El lunes por la noche la película comenzó, como suele suceder en el piso 10, puntual y con reordenamientos. Los que llegan tarde y atraviesan toda la fila entre los sentados, para ubicarse cuando ya están los títulos; los sentados que exteriorizan su enojo en voz alta, o se levantan, se mueven por la fila y se paran unos segundos delante del tardío ; los otros sentados, no damnificados por los tardíos, pero que exteriorizan su enojo con los que vociferaron antes y retrucan un más fuerte shhhsh; los de las bolsas de nylon; los de la tos seca; los que se enderezan en las butacas provocando un ladeo en cadena, y alternando los lados, de cabezas; los conocidos de siempre.

No entiendo para qué llegó el color al cine, pensé, una vez que se silenció la sala y ya habían pasado unos cuantos fotogramas de “La nostalgia de Veronika Voss”
(Die Sehnsucht der Veronika Voss; Alemania Occidental, 1981). Así está mejor. Mientras seguía a la protagonista en ese juego de luz y sombra proyectado por el director, recordé aquello mencionado hace tiempo aquí, las ansias de una vida en blanco y negro. Si, así es mejor, más bello, más puro. Pero Fassbinder no es Truffaut, es más duro, ¿será el lenguaje? Fassbinder es terrible. Los pensamientos ajenos a la trama de la película siguieron por un rato, el periodista y su novia discutían, yo disfrutaba del saber que me gustan esas películas que me permiten pensar en otras situaciones, que aunque aparentemente no tengan relación alguna, son las imágenes de la pantalla las que lo logran. Pero de pronto, no sé que sucedió, estaba metida de lleno en la historia de la película, intrigada, asustada, casi asfixiada, tuve esa sensación de querer salir de ahí, de que termine de una vez toda esa situación. Salí de la sala repasando mis costumbres. Cuando desaté la bicicleta, descubrí la luna enorme, brillando entre nubes tenebrosas. La velocidad de los autos hacia ella, las luces de carteles y semáforos puntuaban con colores el cielo que parecía más oscuro que otras veces. No dejé de mirarla. Al subir por Córdoba quedó a mis espaldas, y la sentía, trataba de apresurarme para escapar y poder tenerla otra vez en la mira. Pedaleé pensando todo esto y muchas otras cosas. Son perfectos los escritos que hago en la bicicleta ¿Qué otra adicción tendré además del mate amargo por la mañana?

lunes, 1 de febrero de 2010

Calle Corrientes

No hubo verano que quiera dar comienzo a la temporada en La Lugones, y que pueda acceder a la sala en el primer intento; por entradas agotadas o por funciones suspendidas, sistemáticamente cada año tuve que dar una segunda vuelta o tercera... el viernes no conseguí entradas llegando al límite del horario de comienzo de la última función del día, y hoy que llegué una hora antes tuve la misma suerte. Conclusión: "las funciones de las 21 hs están agotadas SIEMPRE".


La salida tuvo su recompensa, algo que sucede siempre con las salidas. Como estaba con tiempo y con ganas de perderlo, hice lo que se hace siempre por esa zona, pero sin comer pizza, tomar cerveza, o café, y en el recorrido de las librerías tropecé con un librito que esperaba desde hace un tiempito. No puedo hacer alarde de páginas impecables, porque el ámbar y el olor que magnifican los libros viejos, se ven obligados a compartir su espacio con unas manchas de humedad que cuando desaparezcan se llevarán parte de la celulosa, pero creo que de momento no alcanzan al texto ni a las fotografías. No puedo quejarme lo conseguí a $8 contra los $50 de un ejemplar que aparece publicado en mercado libre.

La vuelta en bicicleta siempre costea las salidas.



viernes, 11 de diciembre de 2009

Beeswax*


"Pensaba escribir un libro
que hablara de los motivos
por los que se dan las cosas..."


La feria llegaba los domingos a mi barrio, aún lo hace. Recuerdo que a veces acompañaba a madre por curiosidad, un poco a la espera de regresar con un objeto entre mis manos, otro poco a disgusto; cierto que el balance de ambas componentes estuvo siempre determinado por la edad, con un máximo para el disgusto en plena adolescencia. Los puestos se acomodaban regularmente, y como los blancos de madre no cambiaban mucho de domingo a domingo, el trayecto, que ahora no recuerdo, solía ser el mismo. La mercería era una de mis paradas preferidas, buscaba botones y cintas, futuros perifollos de alguna ropa que ella me cosía. Me parecía increíble pero las frutas y las verduras eran mucho más coloridas y aromáticas que en la verdulería, y se compraban en mayor cantidad; adoraba, como lo hago ahora, la llegada de las frutillas y en verano siempre votaba por llevar un gran pedazo de sandía, ese placer cambio un poco los últimos años. Detestaba la fila interminable que había en la granja, y sus olores, las mugre que iba quedando en la vereda, era también un ritual que después de unas cuatro cuadras, sumadas a las cuatro que ya habíamos hecho para llegar, me cansaba de caminar, de esperar a madre, de chocarme con otros, de saludar vecinos, de la muchedumbre y quería regresar. Hace tiempo no voy a la feria, pero creo que madre sigue yendo cada tanto.

Con los años y algunas ciudades visitadas las ferias o mercados fueron otros: el Rastro un paseo reiterado y siempre distinto de mis lejanos domingos en Madrid; Portobello donde compré uno de los objetos más queridos de mi guardarropas; el mercado retro de Rosario, al que mis primas sólo accedieron a acompañarme porque me quieren mucho; el de Pulgas que ya ni sé donde está; el que conocimos el año pasado en Mar del Plata, cerca de la plaza Independencia, donde un señor reparador de cámaras de fotos de enamoró de la mía; Parque Centenario; Parque los Andes; Tristán Narvaja que no pudimos recorrer más que dos cuadras por la lluvia feroz y tantos otros que son y serán siempre bienvenidos. En fin, las ferias, mercados o tiendas son lugares de encuentro y hallazgos acá o en la china.

La intención de esta entrada no fue describir escuetamente las ferias visitadas, podría detenerme en cada una de ellas párrafos y párrafos, pero vine hasta acá para avisarles de una feria que mañana haremos en el barrio de Caballito. Espero que los locos sueltos de esa zona no intimiden vuestra presencia: vengan.


*Besswax: La última que vi de Bujalski, y me gustó.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Sentada en el parque.

La lluvia de tipas
como plumas naranjas.
Puedo verlas durante horas
tratando de entender su recorrido.
Algunas caen sobre una hipotenusa perfecta.
Gracias viento.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Tarde de domingo


En Aranguren y Numancia hay una esquina mágica que suele cubrir sus veredas de gente, música, libros, palabras, papeles, bicicletas, gatos y delicias. Cobra es la anfitirona de estos banquetes.

Una foto* de muestra por si no me creen. El domingo pasado por la tarde el pretexto de la reunión fue presentar los cuadernos que hicimos en el taller de El cuelgue cosido, pero eso fue lo de menos. Por cierto en el hueco del árbol hay un gatito que espero poder llevar a casa pronto, cuando su madre nos deje, y si nadie lo hace antes.



* La foto la tomó Guille Salvo, con quien compartimos un par de tardes de sábado encuadernando y tomando mates.

martes, 17 de noviembre de 2009

Foco

Siempre disfruto de una franja-pequeña, en este caso- de nitidez, un banco para descansar, un parque para observar.

viernes, 2 de octubre de 2009

Basta de demoler

“El periodista soviético Ovchinnikov escribe en sus recuerdos del Japón: 'Aquí se cree que es el tiempo en sí el que trae a la luz del día la esencia de las cosas. Por este motivo, los japoneses ven en las huellas del crecimiento un encanto especial. Por eso les fascina el color oscuro de un viejo árbol, una piedra horadada por el viento, o incluso los flecos, testigos de las muchas manos que tocaron un cuadro en sus bordes. Estas huellas del envejecimiento las denominan “saba”, palabra que traducida textualmente significa “herrumbre”. “Saba”: es la herrumbe inimitable, el encanto de lo viejo, el sello, la pátina del tiempo’.
Un elemento así de la belleza, como “saba”, da cuerpo a la unión entre arte y naturaleza. En cierto sentido, los japoneses intentan con ello apropiarse del tiempo como una especie de material artístico”.


(De ‘El tiempo sellado’, en “Esculpir en el tiempo”, de Andrei Tarkovski, 1988).

"...todas las formas tienen su virtud en sí mismas y no en un "contenido" conjetural. Eso concordaría con la tésis de Benedetto Croce; ya Pater, en 1877, afirmó que todas las artes aspiran a la condición de la música, que no es otra cosa que forma. La música, los estados de felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizás, el hecho estético".


(De 'La muralla y los libros', en "Otras inquisiciones", de Borges, 1950).






La casa de enfrente no está más. El modus operandi después del cartel en venta, es el siguiente: primero corren los rumores en el barrio; en segunda instancia cubren la fachada, no siempre por completo, con carteles de publicidades o, en el más prolijo de los casos y de los diseños, anuncios del futuro venidero. Esta es la fase de la agonía, los rumores cambian de categoría, ahora son certezas. Aunque no sea más que un ícono del futuro, ese cartel expresa la inminente desaparición de las huellas del pasado. Es el tiempo que queda, nos dejan, para mirar por última vez y guardar. Por último, luego de ver volquetes y otras armas de destrucción estacionados en el frente, sin mayores sorpresas, un día pasamos y… a veces quedan marcas en los edificios vecinos, un último esfuerzo de resistencia, de permanecer.

La casa que ven en la foto, es la casa de enfrente de mi ventana de todos mis años de trabajo en Obligado 2490. Siempre la observaba en los tiempos muertos, y creaba historias misteriosas que sucedían detrás de esa persiana tan desflecada que nunca se abrió, de la reja de hierro trabajada y las plantas entregadas a la deriva, los pilares de la terraza rotos, una rosa tallada con restos de rosado y verde, la ventana ovalada, y el paraíso centinela que me mostraba el paso del tiempo. Por las tarde de otoño, el sol lo iluminaba en una perfecta mitad, “ya son las cuatro” pensaba cuando lo veía así, “ya se siente el aroma de sus florcitas”, cuando levantaba la persiana por la mañana en primavera. Me avisaron con tiempo, preocupados, lamentando el hecho, tomé mis precauciones al pasar por ahí, la última vez ya no quise ni mirar.

La casa de Honduras, casi Bulnes, (ubicada frente a la casa de Evaristo Carriego, institucionalizada como la casa de la poesía), esa que tenía una persiana gigante y un 1908 (creo, no sé porque mi memoria nunca fijo el año) en lo alto de su fachada. La casa que imaginariamente había elegido para mi taller de marcos y de cuadernos, para sentarme con amigos a tomar el té o unos aperitivos y leer o hacer (ellos) y escuchar música, ya no está.

¡Basta de demoler!