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viernes, 5 de noviembre de 2010

Vidas Imaginarias

Marcel Schwob dibuja en su libro Vidas Imaginarias historias inventadas a partir de personajes célebres, que parecen modelaron para él con una gracia neblinosa, que le permitió ordenar palabras en trazos definidos –preciosos-, pero según su capricho. Es un placer leer una y otra vez esos relatos sin ton ni son, fragmentos de una de las vidas, entre las infinitas que podía imaginar. Quizá sea un buen ejercicio de salida de calles monótonas que recorremos a diario, de viajes automatizados y repeticiones vulgares a las que acostumbran los cuerpos.


En otro capricho un poco similar, pero al revés, Pasolini busca entre las vidas reales y cotidianas de África de los 60, los personajes para una adaptación de la Orestíada de Esquilo . Nuevamente ficción y realidad se mezclan en las calles, gra
cias al imaginario del escritor y la cámara del cineasta, que en este caso es la misma persona. Los límites siempre son subjetivos, los negros bailan inocentes con esa gracia divina que llevan, y el antojo se convierte en dicha a través de la cámara.


Me pensaba en una vida imaginaria, con los dedos de mis manos ya ligeros, los músculos fuertes y capaces de responder a las órdenes de mi cerebro, para entonces hacer fluir los diferentes acordes por todo el diapasón de la guitarra. En esa vida me sentaba en un banco desvencijado en el submundo colorido de Plaza Constitución, para acompañar con gracia, o intento de ella, al duo de violinista y bandoneonista que, en esta vida, cruzo cuando bajo camino al subte de regreso a casa.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Adicciones

La inmediatez, cualidad esquiva de este espacio, pudo ganarle esta vez a la entrada de la ciudad Tsai Ming Liang, que ya lleva casi diez días en un archivo inconcluso y que probablemente siga así, o tome otro rumbo, o reaparezca en la próxima inundación.

Para no contradecir mis costumbres esto llega un poco tarde.

El lunes por la noche la película comenzó, como suele suceder en el piso 10, puntual y con reordenamientos. Los que llegan tarde y atraviesan toda la fila entre los sentados, para ubicarse cuando ya están los títulos; los sentados que exteriorizan su enojo en voz alta, o se levantan, se mueven por la fila y se paran unos segundos delante del tardío ; los otros sentados, no damnificados por los tardíos, pero que exteriorizan su enojo con los que vociferaron antes y retrucan un más fuerte shhhsh; los de las bolsas de nylon; los de la tos seca; los que se enderezan en las butacas provocando un ladeo en cadena, y alternando los lados, de cabezas; los conocidos de siempre.

No entiendo para qué llegó el color al cine, pensé, una vez que se silenció la sala y ya habían pasado unos cuantos fotogramas de “La nostalgia de Veronika Voss”
(Die Sehnsucht der Veronika Voss; Alemania Occidental, 1981). Así está mejor. Mientras seguía a la protagonista en ese juego de luz y sombra proyectado por el director, recordé aquello mencionado hace tiempo aquí, las ansias de una vida en blanco y negro. Si, así es mejor, más bello, más puro. Pero Fassbinder no es Truffaut, es más duro, ¿será el lenguaje? Fassbinder es terrible. Los pensamientos ajenos a la trama de la película siguieron por un rato, el periodista y su novia discutían, yo disfrutaba del saber que me gustan esas películas que me permiten pensar en otras situaciones, que aunque aparentemente no tengan relación alguna, son las imágenes de la pantalla las que lo logran. Pero de pronto, no sé que sucedió, estaba metida de lleno en la historia de la película, intrigada, asustada, casi asfixiada, tuve esa sensación de querer salir de ahí, de que termine de una vez toda esa situación. Salí de la sala repasando mis costumbres. Cuando desaté la bicicleta, descubrí la luna enorme, brillando entre nubes tenebrosas. La velocidad de los autos hacia ella, las luces de carteles y semáforos puntuaban con colores el cielo que parecía más oscuro que otras veces. No dejé de mirarla. Al subir por Córdoba quedó a mis espaldas, y la sentía, trataba de apresurarme para escapar y poder tenerla otra vez en la mira. Pedaleé pensando todo esto y muchas otras cosas. Son perfectos los escritos que hago en la bicicleta ¿Qué otra adicción tendré además del mate amargo por la mañana?

lunes, 1 de febrero de 2010

Calle Corrientes

No hubo verano que quiera dar comienzo a la temporada en La Lugones, y que pueda acceder a la sala en el primer intento; por entradas agotadas o por funciones suspendidas, sistemáticamente cada año tuve que dar una segunda vuelta o tercera... el viernes no conseguí entradas llegando al límite del horario de comienzo de la última función del día, y hoy que llegué una hora antes tuve la misma suerte. Conclusión: "las funciones de las 21 hs están agotadas SIEMPRE".


La salida tuvo su recompensa, algo que sucede siempre con las salidas. Como estaba con tiempo y con ganas de perderlo, hice lo que se hace siempre por esa zona, pero sin comer pizza, tomar cerveza, o café, y en el recorrido de las librerías tropecé con un librito que esperaba desde hace un tiempito. No puedo hacer alarde de páginas impecables, porque el ámbar y el olor que magnifican los libros viejos, se ven obligados a compartir su espacio con unas manchas de humedad que cuando desaparezcan se llevarán parte de la celulosa, pero creo que de momento no alcanzan al texto ni a las fotografías. No puedo quejarme lo conseguí a $8 contra los $50 de un ejemplar que aparece publicado en mercado libre.

La vuelta en bicicleta siempre costea las salidas.



miércoles, 27 de enero de 2010

Conquista de lo inútil


"Iquitos-Lima, 15/7/79
Andreas llegó ayer a la noche. A las ocho yo ya estaba en la cama leyendo a Gregorovius, "Historia de la ciudad de Roma en el Medioevo", aunque en realidad todavía quería ir al cine. Recién cuando varios del grupo tuvieron ganas, logré levantarme. La película venía de Argentina, con uno bien flaco y uno bien gordo, rubias de pechos inflados y ropa seductora que colgaba en la cocina de una de las damas. El bien gordo, como por su tamaño corporal no podía agacharse del todo, se daba siempre de cara contra las bombachas y los corpiños bambolentes y hacía girar los ojos extasiado. La novia de Andreas gritaba de la risa. En una escena, el gordo también jugaba al tenis."




Conquista de lo inútil, (Diario de filmación de Fitzcarraldo), de Werner Herzog, cosntituyó el año pasado una trilogía de "viscerales" junto con Bolaño y Tarkovski, según mi criterio para agrupar tres tan dispares. El diario tiene pasajes mucho más indigestos, seductores, absurdos y agudos que este fragmento que trasncribí, pero prefiero dejarlos entre las páginas para que los encuentren ustedes cuando puedan leer el libro.

El objetivo de la entrada es recordar o avisar a los despistados que La Lugones comenzó la temporada con una jugosa programación de los documentales de este inefable director.
Hoy daré comienzo a la temporada. Ahí voy entonces al piso diez, el ruido de bolsas y el cabeceo continuo para leer los subtítulos, ¿estará funcionando el aire?

jueves, 29 de enero de 2009

"La chica que saltaba en el tiempo"



Parece que esta muy bien, después del viernes lo sabré.

"La chica que saltaba en el tiempo" (Toki o kakeru shojo; Japón, 2006) se puede ver el viernes en la sala Lugones.