viernes, 24 de abril de 2009

Karma

Pido disculpas a la comunidad de ratas de laboratorio por todos aquellos compañeros vuestros que maté en mi otra vida (laboral)... pero, creo que ya pasó bastante tiempo, por favor déjense de joder.
¿Eso de dedicarles la tesis no sirvió, no?

sábado, 11 de abril de 2009

Isla Martín García

Hay un lugar cercano a esta ciudad y rodeado de agua, donde una vez hubo un tiempo, pero ya no. Un disimulado exclave donde el artículo definido, generalmente en singular, es usado con gran frecuencia: la escuela está a una cuadra de la panadería, que está al lado de la capilla, que esta frente a la cárcel, que esta sobre la calle principal donde pasa el tractor, que llega hasta el puerto donde arriba la embarcación, que trae y lleva, ahora sí diversifiquemos un poco, a varias personas seis días a la semana.



Un lugar de casas con amplias galerías que sueñan con niños andando en triciclos, esos de ruedas delanteras grandes y cuadros de hierro pintados de color rojo, azul o negro. Niñas vestidas de puntilloso y límpido sábado, que la soga o el elástico pronto se encargan de ensuciar. Tardes de largas cebadas de mate y siestas al amparo del sol.



Es tan extraño, que las malezas que crecen en el césped son las flores silvestres más adorables, como si la flora quisiera auto-indemnizarse por la presencia de tantas plantas estranguladoras. Pero me atrevo a pensar que estas flores que colorean todos los fragmentos de verde accesible, no son más que un placebo para distraer a los escasos habitantes y ocultar el poder que este reino tiene sobre la isla. En silencio, de todo se apodera: de la cantera que supo ser fuente de los adoquines que se están llevando de la ciudad; de las casas más alejadas que ya perdieron su turno para soñar; de máquinas y baterías, aquí la apropiación está compartida con telas de arañas; de senderos.



El día en la isla sucede hasta el atardecer, cuando el entero se convierte en una gran silueta estática que solo permite el movimiento de los murciélagos, quienes dañinamente, afilan sus radares contra uno. La luz artificial perdura hasta lograr el sosiego de los habitantes, que siempre se alcanza a la misma hora y los sábados se retrasa un poco más, luego las estrellas y la luna clarean, mientras el resto de las criaturas y el río rompen el silencio, que sabemos desde hace tiempo, no existe.




En algún momento dado y sin muchas explicaciones ni torbellinos, contradiciendo la extraña sensación a la que se llegó al conciliar
el sueño, el día vuelve a comenzar.










viernes, 10 de abril de 2009

Mi amiga de la infancia

En un intento vano por visitar unas muestras pendientes de algunos museos, pero fructífero en disfrutar del sol de abril, estuve dando unas vueltas por la ciudad. Primero la clásica caminata hasta el Bellas Artes, luego un colectivo (es que andaba con monedas) que me llevó hasta San Telmo, quería pasar por el Museo de la Ciudad y el del Traje, pero todos estaban cerrados* como culo de muñeco.

Antes de darme un descanso y un tentempié, y aprovechando que la multitud no era tal, caminé un poco a la deriva por las callecitas del barrio: fue ahí que la casualidad hizo una de las suyas.

Mientras caminaba por la vereda de Bolivar, pasó a mi lado una pareja, yo reparé en la bonita cartera de cuero colorada de ella, solo pude ver sus espaldas. Luego los pasé y me detuve en una vidriera de cosas viejas, iba a entrar, pero preferí seguir camino, unos pasos más adelante ellos se pararon en la entrada de una casa, mientras él abría la puerta ella miró para mi lado, nos miramos… y nos miramos más. Sonreímos sorprendidas con caras de niñas. Nos saludamos sin grandes festejos, pero con una grata sensación de felicidad y hasta un poco idiotas por la sorpresa. Ella le dijo a él “es mi amiga de la infancia”. Intercambiamos un par de palabras en ese estado mezcla de asombro y fascinación y seguimos sin más, con la sensación de estar bien de seguir siendo. Ella entró a su casa. Yo continué hasta el bar “La Poesía”, una esquina agradable que descubrí unas semanas atrás.

El encuentro fue de esos instantes, que retroceden con una velocidad arrolladora años en la memoria, que te llenan de imágenes y te dejan con una gran sonrisa y lágrimas de felicidad.



* No soy tan caída del catre, sé que era el feriado del Viernes Santo, pero antes de salir me fijé en las páginas de los museos y en muchos estaba el horario de los feriados, entonces pensé que quizá los podía encontrar abiertos.

jueves, 9 de abril de 2009

Suma Paz

Alguna noche o madrugada del año pasado -las fracciones en que dividimos y apodamos al día no están ajenas a nuestra subjetividad-, en septiembre acaso, Dolina concluyó el bloque de historia con una canción interpretada por Suma Paz; ahora no recuerdo ni de que iba la fábula que había ocupado la media hora anterior, ni cuál fue la canción entonada, y es seguro que ambas apenas se hayan rozado en algún punto infinitesimal, un costumbrismo que acompaña esa hora del desmayo de mi día y que me divierte mucho más que el encaje perfecto, o el solapamiento completo. Recuerdo sí, que un gran placer me fue envolviendo y arrullando al percibir esa voz… una sensación de suma paz.

Así fue como la maquinaria se activó y a los pocos días, alguno de sus discos estaba paseando conmigo, en formato mp3, valga la aclaración. Una vez más, “algo” que había oído por años de un modo ajeno a través de radios u otros, se convertía en “algo” escuchado por mí, ahora, como casi siempre, gracias a radios u otros. Hoy leí la noticia de su fallecimiento y me puse a escuchar esa voz tan de ensueño, tan de la llanura y a recordar esa noche.

En otro orden de cosas ayer fue mi segunda clase del Taller de marcos y regresé a mi casa con un par de marquitos, muy desencuadrados por cierto, pero de cuatro lados al fin... es que otros no llegaron a esa instancia. La próxima meta es lograr prolijidad, y seguro algún que otro martillazo o serruchazo en los dedos. Es precioso este dibujo de Mint, dan ganas de enmarcarlo.