viernes, 24 de septiembre de 2010

Disuelto en la belleza


Era una noche apenas de otoño que había sentido (o hubiera querido) más fresca, pero no. Lleve la campera puesta mientras los pasos, resultaba más cómodo y elegante que plegarla -es de una tela muy dúctil- hasta que entrara en el bolso. Recuerdo otras escalas menores, pero guardo la escena en la que él se detuvo para abrirse en mil gajos de sensaciones frente a uno de esos carteles de anuncios de marco verde, cerca de uno de los vértices de la plaza que supo ser cárcel y será lo que el Gobierno de la ciudad dicte. No conocía la poesía ni el nombre del poeta, traté de guardarlo en la memoria, pero tampoco, preferí disfrutar de esa silueta delgada que distante en la penumbra se quebraba de placer, como enajenado, tan diferente a lo que había mostrado hasta entonces. Él no se dejó descubrir, pero al menos ese mismo otoño, sin ayuda, descubrí al poeta.

Como para que tenga un algo la entrada, y para decir de dónde robé el título, en el suplemento Radar del domingo pasado se puede leer una nota sobre el Cuchi Leguizamón. Espero se pasen estos días un poco aveloriados.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Azul de Prusia


Azul de Prusia es un pigmento, que como muchas de las sustancias coloreadas, proviene de un compuesto químico que tiene entre sus átomos algunos de los metales de transición. En este caso el hierro es culpable, para ser más precisos el color depende de los electrones más externos de este átomo y del entorno dado por los otros átomos del compuesto, un escenario que permite una danza de electrones capaz de generar un color determinado.

Azul de Prusia fue como bautizamos con Apollonia a la unión musical de unos amigos. Pasó hace tiempo, recuerdo que Manu, nuestro amigo en común, nos presentó una noche de octubre en Bernal –si bien hablamos de nanotecnología aquella vez, no sabíamos que años después nos re-encontraríamos trabajando en el mismo laboratorio-, Prusia había propuesto ella, Azul de… completé yo. La banda estaba formada por Cata en voz, Manu en guitarra, voz y composición y luego se sumó Jhon, el guitarrista de verdad. La unión duró unos cuantos suspiros, luego Manu se fue a buscar amores a España, Cata se dedicó al hogar y Jhon a su metier: la música. Cata y Jhon tuvieron algunas presentaciones en público, y queda pendiente un encuentro invernal acompañado de guisos y vinos, pero ya llega la primavera y la velada está en ascuas.



Anna Atkins fue una botánica y fotógrafa inglesa que a mediados del siglo XIX editó el primer libro de imágenes fotográficas “British Algae: Cyanotype Impressions”, adelantándose unos años al más popular “Lápiz de la Naturaleza” del William Talbot. Se podría decir que Anna fue una mujer con suerte, ya que su padre era un reconocido naturalista de la época, que ayudó en su formación científica y que la vinculó con otros hombres dedicados a la ciencia; fue así que pudo desarrollar su carrera como botánica, y entrar en contacto con otros vecinos pioneros de la fotografía como Talbot y Herschel, un matemático y químico que había descubierto un proceso fotográfico que creaba positivos de un color azulado: el cianotipo. Más allá de la suerte y las vinculaciones, sin dudas Anna fue una mujer inquieta y paciente a la vez, realizó su libro por partes; la primera vio la luz en Octubre de 1843. Publicaba los álbumes de forma regular, el último está fechado en 1853. En total suman alrededor de 400 imágenes. Se conocen unas doce copias. Este número limitado de ejemplares se debe a que cada una de las imágenes está hecha a mano y de una en una.

El cianotipo es un proceso fotográfico que a partir de la mezcla de dos compuestos químicos que se pintan sobre un papel y la posterior exposición a la luz genera un compuesto estable de color azul. La figura fotografiada impide el paso de luz y forma una silueta blanca, el fondo de la imagen es azul de Prusia.