viernes, 19 de febrero de 2010

Confesiones

La luna, cuando está ASÍ como hoy, es como a mí más me gusta. Más aún, cuando se ve un círculo de cielo tan azul que puede parecerme de púrpura.

lunes, 15 de febrero de 2010

La Sueñera


78 “Mi cara en los sueños no coincide con mi cara en el espejo. Mi cara en el espejo no coincide con mi cara en las fotografías. Mi cara en las fotografías no coincide con mi cara en movimiento. Mi cara, decididamente no coincide.”

155 “Diría que me mira fijamente si sólo pudiera asegurar que tiene ojos”

Shua, Ana María, La Sueñera, Alfaguara, 1996.




La imagen es de aquí: Monzo, J.V. Sueños. Grete Stern. IVAM Centre Julio González, Generalitat Valenciana. Valencia, 1995. Catálogo de la exposición realizada en IVAM Centre Julio González de 26 octubre 1995 a 30 enero 1996.




En la madrugada del lunes (pasado) tuve un sueño que recordé al despertar, algo que sucede con poca frecuencia y suele ser durante la duermevela del clarear. Colgando Ropa público ha vivido o sobrevivido un poco más de cinco años, se pueden encontrar aquí pocos sueños, pero siempre que tropiezo con mi inconsciente al despertar trato de escribirlo, y si lo merita*, llega a este espacio.
En mi sueño me mataban, y anticipo el final respaldándome en un comentario que Hitchcock hiciera alguna vez sobre sus películas, no tengo la cita aquí pero créanme o busquen en el libro de las entrevistas que le hizo Truffaut. Él sostenía algo como que conocer el final de una historia no la arruina, ni le quita suspenso; la trama es buena si logra mantener la atención mientras transcurre, y no se sostiene sólo por la incógnita del asesino. Pienso entonces, en la imposibilidad, por aburrido, de re-ver, re-leer, re-escuchar, si el mayor valor reside en el final. Por suerte no es eso lo que ocurre con muchas películas, libros, canciones.

Ahora que ya saben el final de la historia menciono dos inconvenientes inherentes a la transcripción de la costura de los sueños. Primera puntada: el sueño se esfuma al despertar y esos resabios que nos quedan y de los que nos aferramos son tan débiles, y más difíciles de atrapar que al mercurio de un termómetro roto o a mi gato cuando enloquece, que no podemos confiar mucho en ellos. Eso sí, una vez que logramos cazar esos fragmentos, la dicha es tal, que se enciende un circuito capaz de enlazarlos inmediatamente. ¿Pero quién puede asegurarnos que ese es el orden correcto? Ya pasó tanto tiempo y no hay testigos del sueño. Nos separan tantos segundos de aquel mundo, que no podemos creerle como niños a nuestro consciente, que además está feliz por dicha cacería, sólo podemos creerle como adultos -si supiéramos de qué se trata el ser adulto-. El otro hilván a tener en cuenta es que estamos metidos en una traducción, y esto lo suelto sin cita alguna porque no me refiero a “la interpretación de los sueños” sino a la relación significado-significante, si bien no son distintos idiomas al menos permítanme una diferencia de dialectos. La lengua es la misma y distinta a la vez, el significado de las palabras se multiplica. ¿Elegimos la palabra adecuada para tal imagen? La tinta y el papel o las teclas y la pantalla son tangibles, y desde ya, si van a conservar el sueño, lo hacen a su modo.
Todo esto para qué se preguntarán ustedes. Más vale que el sueño este al nivel de cualquier historia de P. K. Dick… bueno no, lo que pasa es que tenía tiempo de escribir esa perorata.

En el mundo del sueño, según entendí, todas las personas tenían que completar un formulario que recibían en sus casas. Simplemente llenaban con cruces distintos casilleros asociados a determinados ítems. Nada de lo escrito pude saber, solo que algunos formularios llegaban hasta el ítem n°7. Estos formularios tenían la particularidad que ni bien se llenaba ese ítem, la persona que lo hacía era asesinada. Poner la cruz en ese casillero significaba que entraban abruptamente a tu casa un grupo de personas vestidos de negro con ametralladoras, sí tal cual una película de mafiosos, y a quemarropa hacían lo suyo. Lo curioso es que todos sabían eso del casillero n°7, pero igual lo completaban. Como si un movimiento inercial llevara a completar el formulario y no había modo de detenerse, de escapar. Uno iba llenando hasta que pensaba “uh 7… me matan”.
Ahora ya saben que a mí me toco el formulario maldito, pero yo no quería morirme, y el mayor inconveniente que encontraba de morir, el mayor repudio o temor, era que luego iban a venir a mi casa y podían leer mi cuaderno, el que me regaló Eugenia. Eso me indignaba, me daba mucha bronca y no quería que sucediera.
De hecho puse la cruz, entraron y me mataron. También estaba al gato y como no se iban con chiquitas, ambos caíamos al piso, desplomados y enrollados. Pero al cabo de unos minutos nos empezábamos a mover lentamente, entonces miraba al gato y le decía sonriendo: “Mirá ,nos mataron pero ya nos movemos otra vez”.

Lo absurdo es que el cuaderno por el que yo no quería morir en mi sueño, tiene escritas unas pocas páginas en lápiz y son los haikus que intercambié con alguien algún tiempo pasado. Palabras ordenadas que expresaban el hacer cotidiano de dos puntos cardinales, creo que en lo cotidiano radicaba su belleza, pero nada más que eso.
La noche anterior al sueño había escrito un haiku que ya no viajó, porque ya no viajan, uniendo tres palabras que habían paseado esos días: letra, lápiz, gato.

*Los méritos fluctúan tanto como la sobrevida de este espacio.

martes, 9 de febrero de 2010

Los vestidos de cr

Hoy usé un vestido muy bonito y bastante llamativo para ir al trabajo, el trabajo no es más que ir a la UNQ, que por esta época es: 1) tener reuniones, 2) preparar el material para las clases en una computadora viejísima con una conexión lentísima, 3) cencontrarse con gente que se conoce de años con la que se tiene un vínculo muy agradable.

La cuestión es que en esta gran familia, nada pasa por alto, si te cortas el pelo (como una lo había hecho) de la otra punta del pasillo sale otra gritando “eh que te pasó?”, si estás bronceada de más también hay comentarios y ni que hablar si alguno aparece con una sonrisa mayor que la habitual.

Por todo esto se imaginarán que mi vestido también fue blanco de comentarios:

Caballero que a veces esta en el box en el que trabajo -“Ah Ceci pero que linda estás con ese vestido lleno de pájaros”.
Cr -“¿Viste? parezco de una película Hitchcock?”
“Uh Los Pájaros”- dijo el de matemáticas alto.

Entonces conté mi anécdota de la calandria y el del primer comentario me puso un sonido de canto de pájaros que tenía grabado en su compu -escuchá Ceci, como los pájaros que te persiguen- dijo con ese tono entre macabro y gracioso que tan bien le sale y le gusta hacer.

En el pasillo, otro caballero amigo del primero pero más formal, que no está en mi box, me dijo- “Ah Ceci, pero que vestido tan Primaveral que tenés, bueno tan veraniego, ah son pájaros”

Otra docente de química, de las que repiten nombre, la más flaca, exclamó - “¡Ah pero que colorida estás, digo florida, digo pajarira!”

“Sí, sí, soy una PAJARONA” dije yo.

lunes, 1 de febrero de 2010

Calle Corrientes

No hubo verano que quiera dar comienzo a la temporada en La Lugones, y que pueda acceder a la sala en el primer intento; por entradas agotadas o por funciones suspendidas, sistemáticamente cada año tuve que dar una segunda vuelta o tercera... el viernes no conseguí entradas llegando al límite del horario de comienzo de la última función del día, y hoy que llegué una hora antes tuve la misma suerte. Conclusión: "las funciones de las 21 hs están agotadas SIEMPRE".


La salida tuvo su recompensa, algo que sucede siempre con las salidas. Como estaba con tiempo y con ganas de perderlo, hice lo que se hace siempre por esa zona, pero sin comer pizza, tomar cerveza, o café, y en el recorrido de las librerías tropecé con un librito que esperaba desde hace un tiempito. No puedo hacer alarde de páginas impecables, porque el ámbar y el olor que magnifican los libros viejos, se ven obligados a compartir su espacio con unas manchas de humedad que cuando desaparezcan se llevarán parte de la celulosa, pero creo que de momento no alcanzan al texto ni a las fotografías. No puedo quejarme lo conseguí a $8 contra los $50 de un ejemplar que aparece publicado en mercado libre.

La vuelta en bicicleta siempre costea las salidas.