sábado, 29 de septiembre de 2012

Mañanas (II)

En busca del silencio perdido

Claro que no todas las mañanas son iguales.
Pero hoy desperté, no tan temprano, y con el sonido de una motosierra instalado en el cerebro. 
El ruido se hace insoportable y se agraba por los bocinazos de autos que se apuran un sábado por la mañana. ¿Qué es eso?
La Masacre de Texas se ha instalado en la calle, desde la semana pasada la poda se está comiendo todas las Tipas. Me entristece pensar que no voy a ver la lluvia naranja para fines de noviembre, que las veredas seguirán del color habitual, y perderán la frescura, que las distinguía de otras. Adios a esa brisa suave y algo refrescante del calor de la ciudad.
Entiendo que esos árboles son viejísimos y estaban descuidados, pero no están dejando nada. Ah el Sr. Thais los debe estar insultando desde algún lugar fresco y sombreado. No sé mucho de podas, creo que se hacen antes de la llegada de la primavera, es probable que la burocracia los haya demorado y que algún punto mal colocado indique una distancia incorrecta de corte. Puede que sea el modo más cómodo de abrir el paraguas frente al risgo en que se habían convertido estos árboles durante las fuertes tormentas. Nada parece ser pensado, evaluado, proyectado. Todas las resoluciones parecen que salen de modo abrupto de una persona que a nadie consulta. Un porque sí, siguiendo una lógica insostenible.
Queda esperar y ver que pasa esta temporada primavera-verano con ellos.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Mañanas

A veces pasa que me despierto temprano. Pasó que anoche no me acosté muy tarde (por lo que aún tengo un trabajo pendiente). Además, ayer sin obligación de madrugar dormí un poco más. Encima por el equinoccio filtra el sol a través de las hendijas de la persiana y dibuja las paredes, los objetos, y a mí me encanta ver ese momento de claroscuros, de lucha de luces y sombras, de persistencia de la oscuridad que ya no es total. Ese momento que pronto se pierde para dar salida al día.
Entonces el gato se apiola que estoy dejando la duermevela y empieza a trotar. Va y viene, se me acerca y me dice cosas con su sonido de burbujas, usa mis costillas como trampolín de despegue para sus vuelos, arroja objetos hasta que me levanto a preparar el mate. Luego de un rato, se instala en el balcón, el equinoccio le trajo a él múltiples sonidos de los pájaros vecinos. Para ese momento ya tengo el amargo en mis manos y el pan untado -¡qué bueno que aún emana ese olor mezcla de levadura, leche, manteca del pan horneado anoche!-, aún no hay radio, ni música, los sonidos de la calle que apenas se perciben, se disfrutan. Los pájaros se imponen. Pienso que quiero escuchar y voy a su búsqueda... Desayuno, Francisco Bochatón.