viernes, 14 de febrero de 2014

Oda a las veredas y las calles (una mezcla de cosas)

 Los mates en la vereda es un recuerdo que vinculo más a Baigorria; las tardecitas de verano, sillas, bancos y los vecinos compartiendo ese espacio. Tiempo de calor húmedo penetrante y mosquitos, también recuerdo un paraíso sombrilla enorme en el patio de la abuela, que engañaba una brisa, recortar las últimas ramas para espantar los mosquitos, en movimientos lentos agotados por la humedad. Algún año nuevo en que la calle se cortaba y una mesa larguísima la cubría de punta a punta.

En cambio, en Cooperarios, mi barrio, el encuentro era en la calle. Primero de tierra, luego asfalto… claro es que no había vereda. Las bicis, los patines, días de escondidas y manchas. Un poco más sofisticados los Abiertos de Tennis que ocupaban tardes y tardes enteras de todos los vecinos de la cuadra. Infinitas discusiones por si la pelota había tocado la línea (de brea que simulaba el límite de la cancha), o no, en la disputa de los primeros y demás sitios de la tarima. Batallas de carnaval bajo el sol rajante de pleno febrero. Bombuchas, baldazos, resbalones y muchas palmas de las manos y rodillas raspadas. Era en la calle donde transcurría todo.

 Ahora estoy en las calles de Mercedes, Uruguay, donde en empedradas los músicos ensamblan algunos sonidos de jazz. La gente sentada en el cordón de la vereda, con mate o cervezas, se encuentra, escucha, disfruta.

Por eso siempre busco los bares que sacan las mesas en la vereda, y facilitan pasar las nochecitas de verano en la ciudad, uno de mis preferidos, es el Banderín, de camino a casa con la bici, a veces viene bien para una estación.

Hace tiempo con una amiga encontramos un espacio que funciona a la perfección para veredear y callejear. Un hueco de tranquilidad urbana en Almagro sur, (un Almagro Boedizado, como escribiría alguno que alguna vez leí), y aunque está muy cerca del tránsito de Rivadavia y Castro Barros y es vecino a uno de los colegios más católicos de la ciudad, enfrente tenemos a “El Tucu”, el mejor vecino que te puede tocar, donde se preparan las papas fritas y los churrasquitos completos más felices del mundo. Yapeyú es el taller que reúne siempre a amigos en la vereda, que cuando son muchos continúan en la calle empedrada. Nunca falta música para acompañar los banquetes que nos congregan, entre dibujos, fotografías, papeles, pinceles y madera.

Termino aquí este relato (que quizá transcriba-que lo estoy haciendo), sentada en una mesa en la vereda de la calle Barbot, en un bar de Colonia. Unos plátanos refrescan la noche de un día que fue de 40 °C. Atrás queda, al final de la cuadra, casi imperceptible, el lleno y bullicio de una calle principal en una ciudad turística, en el otro extremo, las líneas de los adoquines, se pierden en una textura continua por la casi completa oscuridad. Mientras, disfruto de una cerveza negra artesanal, fresquísima deliciosa.

 Larga vida a las cuadras empedradas, silenciosas, escondidas, que guardan los secretos de aquellos que pasan, que se sientan, que charlan y comparten. Que se embriagan en placeres las noches de verano, agotando el aire húmedo, pesado, de estas regiones rioplatenses y litoraleñas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Haaaaaaaaaaaaaaaaarmoso de principio a fin...un disfrute leído y sabés que me gustaría? escucharlo con tu voz es radiofónico!
Con respecto a las calles: el otro día crucé santa fe por abajo en el subte y cuando salí miré la calle y noté que tiene un ancho totalmente subjetivo! era la misma distancia arriba que abajo pero la calle ajetreada por el tránsito es enooorme. Y la otra cosa que siempre me gusta es estar en medio cuando la gente gana la calle, por cualquier motivo un recital o una protesta no importa, esa sensación de transgresión es lindísima!
cata

cr dijo...

Bueno muchas gracias...
Qué buen invento la radio.

Si me encanta cuando por cualquier razón las calles ya no son para los autos, por lo que sea yo le voy.

Fernando Terreno dijo...

Verdad que está espectacular el relato, empezando por el título que me hizo recordar a Oda a los ganados y a las mieses...
Un ¡Viva! para las tortas fritas de Mercedes, los chivitos de Colonia y los churrascos del Turu. Y para el frescor de las tardes, también.
Un abrazo.
Fernando

cr dijo...

Gracias Fernando, en qué puerto estarás degustando alguna delicia.
Un abrazo