lunes, 15 de febrero de 2010

La Sueñera


78 “Mi cara en los sueños no coincide con mi cara en el espejo. Mi cara en el espejo no coincide con mi cara en las fotografías. Mi cara en las fotografías no coincide con mi cara en movimiento. Mi cara, decididamente no coincide.”

155 “Diría que me mira fijamente si sólo pudiera asegurar que tiene ojos”

Shua, Ana María, La Sueñera, Alfaguara, 1996.




La imagen es de aquí: Monzo, J.V. Sueños. Grete Stern. IVAM Centre Julio González, Generalitat Valenciana. Valencia, 1995. Catálogo de la exposición realizada en IVAM Centre Julio González de 26 octubre 1995 a 30 enero 1996.




En la madrugada del lunes (pasado) tuve un sueño que recordé al despertar, algo que sucede con poca frecuencia y suele ser durante la duermevela del clarear. Colgando Ropa público ha vivido o sobrevivido un poco más de cinco años, se pueden encontrar aquí pocos sueños, pero siempre que tropiezo con mi inconsciente al despertar trato de escribirlo, y si lo merita*, llega a este espacio.
En mi sueño me mataban, y anticipo el final respaldándome en un comentario que Hitchcock hiciera alguna vez sobre sus películas, no tengo la cita aquí pero créanme o busquen en el libro de las entrevistas que le hizo Truffaut. Él sostenía algo como que conocer el final de una historia no la arruina, ni le quita suspenso; la trama es buena si logra mantener la atención mientras transcurre, y no se sostiene sólo por la incógnita del asesino. Pienso entonces, en la imposibilidad, por aburrido, de re-ver, re-leer, re-escuchar, si el mayor valor reside en el final. Por suerte no es eso lo que ocurre con muchas películas, libros, canciones.

Ahora que ya saben el final de la historia menciono dos inconvenientes inherentes a la transcripción de la costura de los sueños. Primera puntada: el sueño se esfuma al despertar y esos resabios que nos quedan y de los que nos aferramos son tan débiles, y más difíciles de atrapar que al mercurio de un termómetro roto o a mi gato cuando enloquece, que no podemos confiar mucho en ellos. Eso sí, una vez que logramos cazar esos fragmentos, la dicha es tal, que se enciende un circuito capaz de enlazarlos inmediatamente. ¿Pero quién puede asegurarnos que ese es el orden correcto? Ya pasó tanto tiempo y no hay testigos del sueño. Nos separan tantos segundos de aquel mundo, que no podemos creerle como niños a nuestro consciente, que además está feliz por dicha cacería, sólo podemos creerle como adultos -si supiéramos de qué se trata el ser adulto-. El otro hilván a tener en cuenta es que estamos metidos en una traducción, y esto lo suelto sin cita alguna porque no me refiero a “la interpretación de los sueños” sino a la relación significado-significante, si bien no son distintos idiomas al menos permítanme una diferencia de dialectos. La lengua es la misma y distinta a la vez, el significado de las palabras se multiplica. ¿Elegimos la palabra adecuada para tal imagen? La tinta y el papel o las teclas y la pantalla son tangibles, y desde ya, si van a conservar el sueño, lo hacen a su modo.
Todo esto para qué se preguntarán ustedes. Más vale que el sueño este al nivel de cualquier historia de P. K. Dick… bueno no, lo que pasa es que tenía tiempo de escribir esa perorata.

En el mundo del sueño, según entendí, todas las personas tenían que completar un formulario que recibían en sus casas. Simplemente llenaban con cruces distintos casilleros asociados a determinados ítems. Nada de lo escrito pude saber, solo que algunos formularios llegaban hasta el ítem n°7. Estos formularios tenían la particularidad que ni bien se llenaba ese ítem, la persona que lo hacía era asesinada. Poner la cruz en ese casillero significaba que entraban abruptamente a tu casa un grupo de personas vestidos de negro con ametralladoras, sí tal cual una película de mafiosos, y a quemarropa hacían lo suyo. Lo curioso es que todos sabían eso del casillero n°7, pero igual lo completaban. Como si un movimiento inercial llevara a completar el formulario y no había modo de detenerse, de escapar. Uno iba llenando hasta que pensaba “uh 7… me matan”.
Ahora ya saben que a mí me toco el formulario maldito, pero yo no quería morirme, y el mayor inconveniente que encontraba de morir, el mayor repudio o temor, era que luego iban a venir a mi casa y podían leer mi cuaderno, el que me regaló Eugenia. Eso me indignaba, me daba mucha bronca y no quería que sucediera.
De hecho puse la cruz, entraron y me mataron. También estaba al gato y como no se iban con chiquitas, ambos caíamos al piso, desplomados y enrollados. Pero al cabo de unos minutos nos empezábamos a mover lentamente, entonces miraba al gato y le decía sonriendo: “Mirá ,nos mataron pero ya nos movemos otra vez”.

Lo absurdo es que el cuaderno por el que yo no quería morir en mi sueño, tiene escritas unas pocas páginas en lápiz y son los haikus que intercambié con alguien algún tiempo pasado. Palabras ordenadas que expresaban el hacer cotidiano de dos puntos cardinales, creo que en lo cotidiano radicaba su belleza, pero nada más que eso.
La noche anterior al sueño había escrito un haiku que ya no viajó, porque ya no viajan, uniendo tres palabras que habían paseado esos días: letra, lápiz, gato.

*Los méritos fluctúan tanto como la sobrevida de este espacio.

9 comentarios:

Maruxa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
laconicalambada dijo...

no sé porq sigo logueada ahí si ya no existe :/

laconicalambada dijo...

q lío hice! te decía que es excelente lo q escribiste, que le jueguees al 7 q es el revólver, todo tiene q ver con todo!

Unknown dijo...

Muchas gracias! No sabía que el 7 es el revólver.
Voy a probar suerte.

Ya arreglé la columna lateral con los enlaces :)

Fernando Terreno dijo...

Me alegro que el blog haya "sobrevivido". En alguna manera, los sueños se desvanecen y se escapan y son pocos los que se dejan atrapar. Pero así como se esfuman, tienen la ventaja de darnos otras chances, o porque se repiten, o porque "revivimos después de muertos en ellos". Y lo mismo, parece que le pasa a los blogs...
No conozco el tema haikus, pero el número 7 ¿no tiene algo que ver con las palabras o sílabas o ...?
Además de "el revólver" está asociado (el 7) a la constancia o a la persistencia: "No sólo siete, sino setenta veces siete"
Un abrazo.

Tintin dijo...

¡Oh! ¡Truculentas metáforas y metonimias!
A los mafiosos me los imagino estilo Calamari Union. Tuvieron el gesto de matar al rubio orejudo, para que no quedara huérfano.
Mi madre diría que te alargaste la vida con ese sueño, pero uno/a quiere calidad y no cantidad...

andal13 dijo...

El pobre Freud se hubiera muerto de aburrimiento o de desesperación conmigo; escasísimas veces recuerdo lo que sueño... padezco de inconsciente clandestino!

Me pareció interesantísima tu idea acerca de la "cacería" de fragmentos de sueños, y el trabajo de colcha de retazos que va armando la conciencia.

Unknown dijo...

Fernando: Tenés razón, a veces me levanto con unas ganas terribles de suicidarlo, otras de abandonarlo definitivamente, pero siempre pasa algo y se renueva y dan ganas de seguir. No es que pasen muchas cosas pero aún hay ganas de contarlas.
Aclaro que 7 es el piso en el que vivo, enseguida lo cosí por ese lado, pero los Haikus son tres versos de 5/7/5 sílabas, mirá como atinaste sin saber.

Tintin: El rubio está gigante y sigue orejudo, como será el pequeñito que ya se metió hasta en mis sueños. Según Gonzalo eran de la mafia china que arrasan con todo.
Queremos calidad y es diferente para cada uno, eso es lo más extraordinario.

Andal13: Mis sueños también permanecen ocultos, a veces eso da más miedo de que salgan a la luz.
Los fragmentos de los sueños y los de la vida conciente, todos los vamos hilvanando en una gran colcha que nos abriga, nos muestra y esconde a la vez.

Saludos a todos, gracias por la charla.

Rob K dijo...

Dejo constancia: acabo de leer esta entrada y me maravilló.

Interesante asunto ése del casillero mortal. Induce a pensar que todo lo que escribimos nos puede condenar, y aun sabiéndolo no podemos parar.