sábado, 6 de junio de 2009

Fragmentos en junio

“Niní tenía noventa y un años, pero llegó enseguida. Había criado al general en aquella misma habitación. Había estado presente durante su nacimiento. Tenía entonces dieciséis años y era muy hermosa. Era bajita, pero tan fuerte y tranquila como si su cuerpo conociese todos los secretos. Como si escondiese algo en sus huesos, en su sangre, en su carne, los secretos del tiempo o de la vida, algo que no se puede decir a los demás, algo que no se puede traducir a ningún idioma, un secreto que las palabras no pueden expresar. Era la hija del cartero del pueblo; a los dieciséis años dio a luz a un niño y nunca reveló a nadie quién era el padre. Amamantó al general, porque tenía leche en abundancia. Había subido a la mansión tras echarla su padre de casa. No tenía más que el vestido que llevaba puesto y un mechón del cabello de su hijo muerto que guardaba en un sobre. Así llegó a la mansión, y en el momento del parto. El primer sorbo de leche que tomó el general fue del seno de Nini.
Así vivió en la mansión, sin decir palabra, durante setenta y cinco años. Sonreía siempre. Su nombre volaba por las habitaciones, como si los habitantes de la mansión quisieran llamar la atención de los demás, comunicarles algo. Simplemente decían “¡Nini!” Era como si dijeran: “Qué curioso, existe algo más en el mundo que la egolatría, la pasión o la vanidad. Existe Nini…” Como estaba siempre allí donde se la necesitaba, nunca se la veía en ningún sitio. Como siempre estaba contenta, nunca le preguntaban cómo podía estar de buen humor tras haberse ido el hombre al que amaba, tras haberse muerto el niño para quien se le habían hinchado los senos de leche. Amamantó y crió al general, y pasaron setenta y cinco años. A veces, el sol brillaba encima de la mansión, encima de la familia, y en aquellas ocasiones, en medio de aquel resplandor general, todos se daban cuenta, sorprendidos, de que Nini también sonreía.”
Fragmento de "El último encuentro" de Sándor Márai.
Leía en el subte y mis ojos empezaron a lagrimear. Los viajes en subte son cortos. Regresé a casa con ganas de sentarme y no hacer otra cosa más que leer, pero tuve que hacer otras tareas. Por suerte ahora es temprano para dormir.
Gracias Cata por el préstamo y creo tenemos que agradecer a Gonzalo el regalo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

SISII!! Gracias Gonzalo por el regalo..por estas lágrimas y por este barrilete cósmico de Sandor Márai!!
Ya te prestaré La mujer justa y verás que también es un gran entendedor d elas mujeres y ácido y malo y desilusionado del amor y ..y..y..
cata

Unknown dijo...

Nuevamente el domingo por la tarde fui absorbida por la lectura con la ayuda de mi sillón y la mantita de colores, estuve un buen rato viajando en el tiempo, y las sensaciones, casi soñando... hasta que en un descanso alguien tuvo el poder de distraerme de la lectura y hasta generar una sonrisa.