jueves, 24 de agosto de 2006

Las sirenas de Titán (II)

EL PLANETA MERCURIO CANTA COMO una copa de cristal.
Canta todo el tiempo.
Un lado de Mercurio mira al Sol. Ese lado siempre ha mirado al Sol. Ese lado es un mar de polvo blanco y caliente.
El otro lado mira a la nada del espacio eterno. Ese lado siempre ha mirado a la nada del espacio eterno. Ese lado es un bosque de cristales gigantescos de un azul blanquecino, de un frío glacial.
La tensión entre el hemisferio caliente del día sin fin y el hemisferio frío de la noche sin fin es lo que hace cantar a Mercurio.
Mercurio no tiene atmósfera, de modo que la can­ción que canta existe para el sentido del tacto.
La canción es lenta. Mercurio sostendrá una sola nota de la canción durante tanto tiempo como un milenio terrestre. Hay quienes piensan que la canción fue alguna vez rápida, salvaje y brillante, extremada­mente variada. Es posible.
Existen criaturas en las profundas cavernas de Mercurio.
La canción que canta el planeta es importante para ellas, pues las criaturas son alimentadas por las vibraciones. Se nutren de energía mecánica.
Las criaturas se adhieren a las paredes cantantes de sus cavernas.
De esa manera comen la canción de Mercurio.
Las cavernas de Mercurio son confortables y cáli­das en sus profundidades.
Las paredes de las cavernas en sus profundidades son fosforescentes. Dan una luz de color amarillo junquillo.
Las criaturas de las cavernas son translúcidas. Cuan­do se adhieren a las paredes fosforescentes, la luz las atraviesa. Pero cuando pasa a través de los cuerpos de las criaturas, la luz amarilla se vuelve de un agua­marina vívido.
La naturaleza es una cosa maravillosa.
Las criaturas de las cavernas se parecen mucho a barriletes pequeños y sin cola. Tienen forma de dia­mante, treinta centímetros de alto por dieciséis de ancho al llegar a la madurez.
No tienen más espesor que la goma de un globo de juguete.
Cada criatura tiene cuatro débiles ventosas de suc­ción, una en cada uno de sus ángulos. Esas ventosas le permiten arrastrarse, un poco como una oruga, y adherirse y descubrir los lugares donde es mejor la canción de Mercurio.
Cuando han encontrado un lugar que promete bue­na comida, las criaturas se tienden contra la pared como papel de empapelar húmedo.
Las criaturas no necesitan un sistema circulatorio. Son tan tenues que las vibraciones dadoras de vida hacen estremecer sus células sin intermediarios.
Las criaturas no excretan.
Las criaturas se reproducen por descamación. Cuan­do se desprenden de un progenitor, son como caspa.
Hay un solo sexo.
Cada criatura desprende simplemente escamas de sí misma y ella misma es como todas las demás.
No existe la infancia como tal. Las escamas em­piezan a su vez a descamarse tres horas terrestres des­pués de haberse desprendido.
No llegan a la madurez para deteriorarse y morir.
Llegan a la madurez y permanecen en su plenitud, por así decirlo, mientras Mercurio cante.
No hay manera de que una criatura perjudique a otra ni motivo para ello.
El hambre, la envidia, la ambición, el miedo, la indignación, la religión y la codicia sexual son tan improcedentes como desconocidos.
Las criaturas poseen un solo sentido: el tacto.
Tienen poderes telepáticos débiles. Los mensajes que son capaces de transmitir y recibir son casi tan monótonos como la canción de Mercurio. Tienen só­los dos mensajes posibles. El primero es una respues­ta automática al segundo, y el segundo una respues­ta automática al primero.
El primero es: "Aquí estoy, aquí estoy, aquí estoy".
El segundo es: "Me alegro de que estés, me alegro de que estés, me alegro de que estés".
Hay una última característica de las criaturas que no ha sido explicada por motivos utilitarios: parecen disponerse siguiendo un modelo sobre las paredes fosforescentes.
Aunque ciegas e indiferentes a la contemplación de quien quiera que sea, suelen disponerse de mane­ra de formar un diseño regular y deslumbrante de diamantes amarillo junquillo y aguamarina vívido. El amarillo procede de las paredes desnudas de la caverna. El aguamarina es la luz de las paredes fil­trada por los cuerpos de las criaturas.
Por su amor a la música y su complacencia en des­plegarse al servicio de la belleza, los terráqueos dan un nombre encantador a las criaturas.
Las llaman harmoniums.

6 comentarios:

Unknown dijo...

¿Vieron que ahora Los Planetas ya no son lo que eran? Nos estan cambiando el sistema solar, pero como estamos en la era de los detalles, los científicos no tienen nada que descubrir ni reubicar y se tienen que poner a jugar con la nomenclatura para justificar el sueldo.

Demás esta decir que me encantaría ser un harmonium, pero no soy digna.

Anónimo dijo...

ah...que puede decir uno despues de tanta belleza?...gracias cr!..es cierto a uno no le da el pinet para ser harmonium pero vale un poco si uno siente que sin musica se le muere de hambre el alma?

reinita neurótica dijo...

Siempre hubo debates acerca de que Plutón fuera planeta, porque su satélite era más grande que él, y su órbita demasiado irregular.
¿?

Unknown dijo...

Pobre Plutón siempre fue un marginado.

Anónimo dijo...

Hermoso...

Besos mil!

Unknown dijo...

Madre Ritis que alegría saber que te ha gustado.
besossssss