A veces pienso que el dicho popular “un tropezón no es caída” podría cambiarse por “un tropezón es un chiste”.
El otro día al salir de la facultad pude observar como un atlético caballero que vestía un atuendo deportivo y caminaba muy seguro sobre sus ultralivianas y esponjosas zapatillas, era interceptado por un imperceptible desnivel del piso, provocando, de este modo, que el humano perdiera toda su rigidez en cuestión de un segundo. Por un proceso que muy bien pueden explicar las leyes de la física que ya muy bien no recuerdo, todo su cuerpo, a excepción de su pie, continuó por inercia hacia delante. El resultado fue un clásico tropezón, que, debo aclarar, fue dignamente superado sin llegar a transformarse en caída. Este rápido suceso tan tonto me provocó gracia, rara costumbre universal la que tenemos de reirnos cuando vemos a alguien tropezar o caer.
Una vez acabada la sonrisa me puse a pensar que cuando yo camino cada tres pasos que doy uno es tropiezo, por lo que se podría decir de mí que me desplazo con gracia o utilizando un lenguaje coloquial, soy un chiste andante.
Hoy iba caminando con mi bicicleta de la mano, ya que tenía que subir un escalón antes de poder seguir rodando, y no sé como ni porque, pero me tropecé al querer levantar la bici y me caí, logrando que mis rodillas y piernas, de ahí para abajo, alcancen el piso. Resultado: un hermoso moretón y huevo que duelen al caminar en la pierna derecha y otro más pequeño en la rodilla izquierda, la bici se ligó un rayón de la pintura amarilla del escalón en el guardabarros. Consuelo: hice reír a dos que venían caminando detrás de mí y seguro a algún que otro automovilista que pasaba.
Un día voy a hacer mi top five de caídas, detallando causas y consecuencias ustedes ni se imaginan, mmmmmmm que difícil elegir sólo 5.
El otro día al salir de la facultad pude observar como un atlético caballero que vestía un atuendo deportivo y caminaba muy seguro sobre sus ultralivianas y esponjosas zapatillas, era interceptado por un imperceptible desnivel del piso, provocando, de este modo, que el humano perdiera toda su rigidez en cuestión de un segundo. Por un proceso que muy bien pueden explicar las leyes de la física que ya muy bien no recuerdo, todo su cuerpo, a excepción de su pie, continuó por inercia hacia delante. El resultado fue un clásico tropezón, que, debo aclarar, fue dignamente superado sin llegar a transformarse en caída. Este rápido suceso tan tonto me provocó gracia, rara costumbre universal la que tenemos de reirnos cuando vemos a alguien tropezar o caer.
Una vez acabada la sonrisa me puse a pensar que cuando yo camino cada tres pasos que doy uno es tropiezo, por lo que se podría decir de mí que me desplazo con gracia o utilizando un lenguaje coloquial, soy un chiste andante.
Hoy iba caminando con mi bicicleta de la mano, ya que tenía que subir un escalón antes de poder seguir rodando, y no sé como ni porque, pero me tropecé al querer levantar la bici y me caí, logrando que mis rodillas y piernas, de ahí para abajo, alcancen el piso. Resultado: un hermoso moretón y huevo que duelen al caminar en la pierna derecha y otro más pequeño en la rodilla izquierda, la bici se ligó un rayón de la pintura amarilla del escalón en el guardabarros. Consuelo: hice reír a dos que venían caminando detrás de mí y seguro a algún que otro automovilista que pasaba.
Un día voy a hacer mi top five de caídas, detallando causas y consecuencias ustedes ni se imaginan, mmmmmmm que difícil elegir sólo 5.
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