Todos nos decían si estás en Cafayate no podés irte sin probar el helado de vino, así que, en plan de turistas, viajeros o simples disciplinados ahí fuimos.
Primera sorpresa: la heladería se llama Miranda (sin !), razón por la cual todos los que pasaban por ahí tarareaban la pegadiza melodía que canta la Su.
Segunda sorpresa: los dueños de la heladería son los mismos que sirven los helados, lo supo Noe porque el hombrecito era igualito al de la foto en la nota del diario, ah y se encargaron de aclarar que nada tenían que ver con la banda pop ya que ellos llevaban 15 años de vida... no, mejor no digo nada.
Dentro del local sólo hay un mostrador y detrás, a la vista, todo lo necesario para una fábrica de helados. Las mesas están afuera en la vereda, en el vidrio hay dibujado un marcianito comiendo helado y hay pegadas notas publicadas en distintos medio gráficos que hacen referencia a la heladería, hasta se pudo leer una en francés que parecía ser de una guía.
Tercera sorpresa: EL HELADO UNA DELICIA! Al ser de agua no llamaba tanto la atención, nosotros compramos ambos gustos de vino, Torrontés (que prefirieron Noe y Ger) y Cabernet (el preferido de las mayores) acompañados de Tuna. Fue como un gran viaje al paraíso tomar ese helado tan fresco en un día donde el sol y la temperatura se hacían sentir, ideal para un día tan insoportable como el de hoy. Mientras devorábamos ese manjar pensaba en zambullirme en un balde de helado y no parar más, también pensé que cantidad sería necesaria para llegar a la ebriedad.
La sabiduría popular no estaba errada, así que si vas a Cafayate no dejes de ir a tomar un helado de vino a Miranda poseedores de un don que da que hablar!
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