lunes, 25 de abril de 2005

cine outside

Sábado 23 de abril, 22:30 hs. Cortada Carlos Gardel, a una cuadra del shopping Abasto, proyecciones de la gente del bafreeci. Pantalla construida con hojas blancas sobre una chapa negra que delimitaba un baldío. Reflectores de la calle cubiertos con cajas de cartón. Gente sentada o tirada en el piso. Cubrimos las baldosas frías de cemento con una tela turquesa y en hilera lateral, ofreciendo nuestros sentidos a la pantalla, nos acomodamos. De a poco, Good Bye Dragon inn (la película que nos llevó a ese lugar) se convirtió en música de fondo. Estábamos sumergidos en una escena con la elevada posibilidad de ser, para otros, los intérpretes de su película. La pantalla nos mostraba fantasmas en un cine oriental, pero en realidad la película fue mucho más. Todo lo que esta prohibido o molesta en una sala de cine, sucedió ahí.

Un chico de unos 9 años, con una campera con la inscripción en la espalda de “Homero futbol”, daba vueltas en una bicicleta. Su objetivo fue molestarnos a nosotros y al resto de los espectadores sentados o tirados en el piso. Se encargó de pasarle rozando a la mesa donde estaba la tecnología, a los perros que daban vueltas, a cualquier transeúnte que desprevenido osaba pasar por el lugar, a su amiguita Mónica. Ella, a su vez, se propuso pasar cuantas veces pudo frente a la pantalla tratando de que algo de su figura sea película.
Un cachorro de una impecable deformidad, que una camiseta trataba de ocultar, comió de nuestras galletitas, usó de nuestras caricias y sufrió de unas patadas provenientes del energúmeno de la bicicleta, quien luego ignoró nuestros retos. Otro perro más grande y negro se paseaba por ahí.

Los colectivos frenaban por nuestra izquierda, detrás dos personas dialogaron todo el tiempo. Nuestro oído derecho fue el más cercano al chistoso, su primer bocadillo fue acertado pero creyó que seguiríamos festejándolo y solo logró que deseemos que el energúmeno en dos ruedas lo haga callar.

La gente que pasaba tomaba distintas actitudes frente a tal cuadro. Estaban los que pasaban corriendo, los que se agachaban para no tapar, los que se quedaban unos instantes frente a la pantalla tratando de entender que se trataba. Los más respetuosos que se frenaban y desviaban de su ruta pasando por detrás de los espectadores, los que no se daban cuenta que ahí algo pasaba y seguían como si nada, el travesti. La mejor fue una sra que llevaba un carro de supermercado (¿?) y pidió permiso para cruzar por nuestro cine, cuando casi había alcanzado la meta el energúmeno del rodado casi choca el carro, de pronto la película era de acción...

Por supuesto que ese no es el modo ideal de apreciar una película pero les puedo asegurar que es otro modo y fue muy divertido.

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