Hoy me siento como
una berenjena. Acá, acomodada en este cajón de madera, rodeada por
otras morochas semejantes. Hoy nos tocó salir a la vereda, por
suerte estamos en la segunda hilera, si contamos desde el piso, un
poco distantes del paso de los perros, más cercanas a la vista de
las personas. La verdad no sé porque digo 'por suerte' si estamos
más al alcance de las manos. Y..., ¡qué entrometidas son las
manos! Te agarran, te dan vueltas, te acercan a la nariz, inspiran,
te alejan, presionan levemente y ahí te dejan otra vez en el cajón,
con el riesgo de alborotar el orden previo y que alguna de nosotras
caiga al piso, ruede unos metros y termine (¿por castigo?) en un
cajón recluído, de contenido más diverso y dudosa integridad.
Cierto que la suerte
puede ser otra, en vez de volver al cajón, podés caer en una bolsa,
algunas veces en compañía de otras de las tuyas, otras en soledad.
Así te trasladan, como flotando por la vereda, durante un rato junto
a otros vegetales. Siempre uso el tiempo de ese recorrido para
conjeturar cómo será que termine mi día: si hervida en vinagre,
sazonada a gusto y enfrascada; fileteada y al horno; rebozada y en la
sartén; salteada en oliva junto a otras verduras y mezclada con
fideos de arroz; si me toca enfrentar el poder de la minipimer y
terminar hecha puré; o, si me tratan con todo el amor del mundo, y
me convierto en la reina de una lasagna, sabrosa y cálida, preparada
en una casa de la calle 53 en la ciudad de La Plata.
2 comentarios:
Hola Cecilia:
¡Muy divertida y creativa la entrada!
Aunque para estar a tono con el tema debiera decir: rica y sabrosa.
Un abrazo.
Fernando
Hola Fernando, que linda visita.
Será rica y sabrosa entonces.
Otro abrazo para vos.
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