Guardé la imagen aquella vez que la luna se dejó seducir por
el metal.
Los tensores al recorrer su cuerpo dibujaban signos de
certeza
entre esas manchas indescifrables.
En el kilómetro 316 se ven un poco más las estrellas,
casualmente hoy la luna tiene la misma forma: un filo menos
que cuarto menguante.
(Extraño,
y surge ese instante en el que siento que es
horrible conocer alguien
que te guste)
Dos escenas enigmáticas:
manchas borrosas que dijeron pisar una vez.
¿Quién la
dibuja? ¿Cómo se sostiene?
Quizá sea tan solo una excusa para regalar en ocasiones
intensas.
Delante, esa manufactura que responde a aquello que ordena
un igual.
Tecnología que algunos pueden entender,
quizá solo entendamos
aquello que nosotros mismos construimos.
El río que disfruta de reflejos, sombras,
de esas ondas,
que nuestras vidas absorben y, a veces, obedecen.
Del vaivén de destellos que ya no muestra mis lágrimas
perdidas en el párrafo anterior, justo cuando se acabó el
vino.
1 comentario:
Gracias!!
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