Dos factores impiden que les cuente con lujo de detalle mi peripecia, ya en la vigilia, desde el momento en que desperté hasta el instante del glorioso, esperadísimo y aliviador clack que indicó que el hombro volvió a su lugar; un lapso de tiempo aproximado de unas tres horas… es que nunca supe la hora en que mi sueño, jamás recordado, se acabó.
Decía que evito más detalles porque, por un lado, sé que algunos lectores de este blog son personas muy sensibles y no quiero ser causante de ningún desmayo, por otro, mi brazo derecho tiene orden médica de estar inmovilizado, además el tener un brazo colgando del cuello y toda la tensión del día de ayer dejaron a mi espalda con una contractura que molesta más que el dolor del brazo lastimado.
Solo les doy un detalle de cómo desperté para que se hagan una idea, yo estaba boca abajo con ambos brazos doblados en un ángulo de 90 grados sobre mi cabeza, tuve que cargar con el brazo en esa posición, porque solo no se sostenía y tampoco lo podía bajar. Una sensación me acompaño todo ese tiempo: DOLOR.
Gracias a Margarita, la profe de literatura de la Unquita, que me prestó “Los detectives Salvajes”, Roberto Bolaño es uno de mis preferidos.
Gracias a Gabo Ferro por las canciones de anoche en el Konex, él con una guitarra, su voz y su poesía es un mago que hace ríos. Fui a pesar de mi brazo en cabrestillo (un pañuelo nomás) y las quejas de todos los que vinieron a cuidarme, gracias =)